Salón de París 1948. Se presenta el Citroën 2CV, que deja al público presente sin palabras. Mientras a algunxs les hace gracia su peculiar silueta, otrxs adivinan en ella todas las cualidades que les faltan a muchos modelos de la época: simplicidad, ligereza, agilidad, confort, polivalencia… Desde los primeros días, el número de pedidos da la razón a la marca y a sus diseñadores visionarios. André Lefebvre, responsable del departamento de diseño de Citroën, dotó al 2CV con un buen número de ingeniosas tecnologías para la época: tracción delantera, motor bicilíndrico refrigerado por aire, etc.
En realidad, fue antes de la guerra, desde 1936, cuando nació el proyecto TPV (Toute Petite Voiture) en Citroën. Objetivo: hacer del automóvil un producto común, útil para el trabajo del mundo agrícola y accesible para todxs, en una época en la que todavía se consideraba un objeto de lujo. Sencillez, frugalidad e ingenio se debían conjugar al servicio de un objetivo: “transportar cuatro personas y cincuenta kilos de patatas o un barril, a una velocidad máxima de 60 km/h”. El resultado: el primer TPV pesa 370 kg en vacío y su coste es un tercio que el del 11 CV. Solo tenía un faro, ya que la legislación de la época no obligaba a tener dos.